martes, 23 de marzo de 2010

Hernan Rivera Letelier

“Si contemplan la pampa y la imaginan en tiempos de la industria del salitre verán las seqiedades del silencio…”

El otrora minero salitrero, durante 30 años, escribió la novela “El arte de la resurrección” y espoleado por su editor la presentó al premio Alfaguara 2010. El jurado, los Vicent, Polanco, Herrero, Puértolas, Vázquez, Salvador y Gonzalez hicieron público su fallo el 22 de marzo del referido intervalo: los 130.000 euritos de vellón son para… ¡Hernán Rivera Letelier!

La noticia se publica en los medios afines al día siguiente, el resto lo ignoran porque estamos en puebliespaña, no por rojo o azul, no por auténtico novelista o iluminado, sino porque pertenece a la camada de la competencia. Cosas de la literatura de mercado con boina a rosca. Sigamos.
“Señoras y señores venimos a contar, aquello que la historia no quiere recordar…r”

La publicidad del premio aviva mi curiosidad de lector ¿quién carajo es? Necesito saberlo pronto, por si me preguntan o se habla de él, que no me pillen respondiendo ¿es el hermano del novio de aquella chica tan mona que fue novia de un torero?

Es chileno, hijo de un pastor evangélico –dato a tener muy en cuenta desde Faciolince y su libro El olvido que seremos- y publicó su primer libro a los 44 años, después de aprender a leer y escribir en su desierto de Antofagasta y Atacama. ¡Aja! Se lo dieron por lo del terremoto. Joder con lo de la política en la literatura ¿a que no ha publicado nada antes? ¡Umm! La reina Isabel cantaba rancheras; Himno del ángel parado en una pata; Fatamorgana de amor con banda de música; El fantasista; Mi nombre es Malarrosa -¿Malamadre?-; La contadora de películas. Bueno pues hay que reconocer que no parece un novato y la exageración de sus títulos resulta incluso surrealista. Trabajemos con las matemáticas: si nació en 1950, publicó a los 44 años y trabajó como minero 30, me sale que empezó en la mina a los 14 años, que tiene 60 años actualmente y que lleva publicando 16 años. ¡Vale me rindo! El problema es que yo no he leído nada de él y que aunque juraría que me suena, todo apunta a mi “lapsus intelectualis” ¿Pero sobre qué escribe?

“Pasó en el Norte Grande, fue Iquique la ciudad, 1907 marcó fatalidad.
Allí al pampino pobre mataron por matar…”

Al hacerse público el premio, un periodista contacta con él y en la entrevista suelta “El desierto soy yo”. Glub.

Rebusco en los análisis y hablan de la épica del dolor; de un narrador de partidos de fútbol ; de la ironía más fina y exacta; del humor más sutil y resignado ante las desventuras inapelables de la historia; prosa exagerada, que multiplica los adjetivos, pero cuyo ritmo de narración siempre arrastra y lleva por caminos nunca previsibles… Busco sus declaraciones y me espeta: “porque no fui un resentido, ahora no soy un soberbio de mierda” “Sin las putas hubiese sido más difícil conquistar aquel desierto” –que manía: García Márquez, Sabina…- ¿de qué minas y desiertos habla?

“Soy obre, soy obrero pampino y soy, tan revie, tan reviejo como el que más…”

Trabajó en una mina de sal. Lo clásico, el antiguo Chile salitrero. Ahí sí se me disparan los recuerdos: Santa María de Iquique, Quilapayum, Víctor Jara, Salvador Allende, Pady Ahumada ¡El pueblo unido jamás será vencido. En pie cantad que el pueblo va a triunfar…” Sigo buscando referencias y descubro la referencia de otro libro de Letelier en el que no había reparado “Santa María de las flores negras” inspirada en una matanza de obreros del salitre de comienzos del siglo pasado que “habla de historias privadas que confluyen, casos que parecen marginales, seguido todo de una culminación trágica, brutal cantada a gran orquesta” , según el análisis de mi apreciadísimo Jorge Edwards –estoy de acuerdo con él hasta en el por qué de su voto a la derecha en las últimas elecciones chilenas-.

Y entonces ¡eureka! Si yo he leído ese libro. Trata de la masacre de 3.000 mineros en huelga, el 21 de diciembre de 1907 a manos de los militares chilenos –antecedentes de Pinochet, la DINA- ¡Mi pobre amigo Juan Ferrada!

Ustedes que ya escucharon, la historia que se contó, no sigan ahí sentados pensando que ya pasó. No basta solo el recuerdo, el canto no bastará, no basta sólo el lamento miremos la realidad. Unámonos como hermanos que nadie nos vencerá, si quieren esclavizarnos ¡Jamás lo podrán lograr”

Reconciliado con mi intelecto analizo con ganas el libro nasciturus. Dice Hernán –ya le tuteo- que los ingredientes de “El arte de la resurrección” son la magia de Juan Rulfo, la maravilla de García Márquez, la sabiduría de Borges y el humor de Cortázar. No tiene abuela, el autor de esta novela basada en una historia real de Domingo Zárate Vera, el Cristo de Eliqui, un hombre que no sabía leer ni escribir pero que hacía llorar a las piedras cuando predicaba….

Pido venganza por la que vino, de los obreros el pecho a abrir. Pido venganza por el pampino que allá en Iquique supo morir.

Te espero querida, el día de tu publicación en la librería de siempre… hasta entonces vuelvo a poner La cantata de Santa María de Iquique y renuevo mi propósito de borrar el turbador sueño del cantautor con los dedos cortados para que no vuelva a tocar más la guitarra, broma pesada para quien a renglón seguido entregaron de bruces a la muerte

“Te recuerdo Amanda…”

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